3 pulentos poemas: Rolando Cárdenas, Pedro Prado y Víctor Hugo Ortega

BÚSQUEDA

 

A veces es bueno abandonarse al propio olvido
como si el saber sonreír
fuera más fácil que morder una fruta.
Ir por las calles perfectamente solo,
sin más compañía que nuestra cotidiana tristeza y nuestros pasos,
amando una vez más la sencillez del aire
de la manera como se recuerda la infancia,
o ese otro tiempo pulverizado
cuando se buscaban las primeras estrellas en las charcas.
Es bueno sentarse entre amigos y vasos
a observar como todos abandonan algo suyo
en la música que los impulsa y transforma en seres sin huesos,
mientras la noche trepa por los muros
buscando también dónde esconder su espera,
y después salir hacia el alba
con un poco más para alimentar futuras soledades.
Es bueno comprender que estamos hechos de recuerdos,
un poco de tiempo que crece sin escucharnos
y de muchas cosas que no comprendemos.
A veces es bueno detenerse a contemplar la hoja que cae
cuando la palabra primavera
no es lo que nosotros quisiéramos que sea.

– De “Tránsito Breve” (1961) del poeta chileno Rolando Cárdenas –

 

 

LOS NIÑOS Y LOS CASTILLOS DE ARENA

 

Levantad con la arena movediza castillos que reten a la furia del mar.

Pequeños fosos y murallas enanas y torres altas como una gaviota,
construid sacerdotes de la energía.

No haya descanso, porque no es largo el tiempo que media entre dos alas.

Muévanse ágiles las manos y brillen los ojos,
atentos a las aguas traidoras que se burlan.

Pronto! encerraos en vuestros castillos
que ahora a vosotros os toca mofaros de las aguas en asalto.

Y si las olas reducen la fortaleza a un monte pequeño,
decid: es un monte lo que deseábamos.

Y si ellas no tienen prisa en deshacerlo,
romped el monte bailando sobre él con vuestros pies desnudos.
El mar no os ha vencido. Y os queda el día de mañana
y los siguientes para nuevos castillos.

Podríais hacerlos más allá del límite de la alta marea;
pero vosotros gustáis de la alegría que se encuentra en la lucha
y escogéis un sitio disputado por las olas incansables.

– De “El llamado del mundo” (1913) del poeta chileno Pedro Prado –

 

 

AÑO NUEVO CASERO

 

Mamá espera la noche,
compra helado de piña
y uvas verdes en el supermercado.
Noche de mujeres fuertes,
adelantadas a su época.

La tarde avanza lenta
con el calor que despreciamos,
se hacen las ensaladas
y se pregunta la hora.

Que el próximo año sea mejor,
que haya trabajo y salud
antes que amor,
que haya suerte,
que Dios nos cuide.

En la noche corre el viento,
la comida estaba rica,
como siempre el exceso,
revoltijo por doquier.
El teléfono colapsado,
queremos saludar a la familia,
mientras tanto,
abrazos a los vecinos,
latinos del sur igual que nosotros,
casa por casa,
40 abrazos que podrían ser 50
y vuelta a la nuestra.

Este año nuevo no voy a salir,
me quedaré en casa
viendo como ella canta
Emmanuel y Juan Luis Guerra,
sonrisa de perfil frente a la pantalla:
“y me diluyo en un té romántico,
pero nada pasa si no escucho tu voz”.

Buenas noches.
Año nuevo casero inolvidable,
su voz en mi cabeza:
“gritar entre mucha gente
como filósofo que te extraño”.

– De “Latinos del Sur” (2017) del poeta chileno Víctor Hugo Ortega –