Cabros, esto no prendió.

Desde hace dos semanas que llevo intentando sacarme algo desde adentro, como un tumor de letras enredadas que no me deja respirar cómodamente. Bueno, hay que sacarlas, pero no quiero caer en lo que todos ya han dicho, no quiero repetir lo que todos han repetido, que esto no ha terminado, que vamos a seguir, etc. no quiero contarles como vi las noticias o qué pensé mientras veía arder santiago por los cuatro costados, ni cuanto miedo tuve cundo empezaron saqueos y por delante de mi casa corría el pánico disfrazado con chaquetas amarillas o con bolsos listos para entrar a las casas, aprovechándose de la puerta abierta al caos. Tampoco quiero hacer una apología de las demandas o hacer un listado de las verdaderas prioridades acerca de qué es lo que queremos lograr, porque hay que ser honestos; lo que queremos es sentarnos a dialogar y decidir sobre lo que queremos y que no lo hagan otros, por primera vez. Hoy les quiero hablar de lo que me da miedo.

Hago clases en un liceo vulnerable y tras la semana aquella en que se nos movió el piso y no por los tan usuales terremotos, me tocó conducir una jornada de reflexión en un 4to medio. Se comentó de las sensaciones que habían experimentado, lo que les parecía inusual o incomprensible y muchos temas que solo son válidos comentar en confianza. Lo que más me preocupó es que la mayoría de los estudiantes dijo que una vez que este estallido social terminase, todo volvería a la normalidad y no se lograría ningún cambio significativo. Es decir; tras una veintena de muertos, las llamas del descontento alzándose en el cielo de Santiago y miles de personas gritando a viva voz su hastío absoluto, todo seguiría igual que antes. Es para una película de terror, ¿no?

Y es lo que hemos estado oliendo en el aire, esa propuesta de “volvamos primero a la normalidad” que nos quieren imponer, pues tiene un hedor inconfundible de que no quieren hacer nada al respecto. También debemos reconocer que estamos algo agotados con tanta movilización, no del hecho que no queramos seguir haciéndolo, pero también necesitamos sonreír más, necesitamos distraernos, pensar tonteras, reírnos, es parte de nuestra sanidad mental. Así que si tiene ganas de juntarse con amigos y carretear, hágalo. Si quiere ir al cine (y encuentra uno funcionando cerca de su casa), hágalo. Si quiere tomarse unos tragos solo en su casita escuchando música, pues hágalo también. En pocas palabras, vivamos, no sobrevivamos. Pero, por favor, no dejemos que las palabras del ex gerente de Metro se vuelvan realidad; ahora suenan irónicas, pero en un par de años podrían no serlo. Es por eso que es nuestro deber es mostrarle a mis estudiantes que todo lo que se hizo no sirvió para nada más que una manito de gato por aquí y por allá a nuestra sociedad. Por favor probémosle a esos jóvenes que aquellos están equivocados y no volveremos a esa normalidad anterior.

Hagamos que valga la pena.