Carta escrita el 1° de Marzo del 2010, un día después del violento terremoto ocurrido en Chile.
Quiero expresar y compartir simplemente un sentimiento de pertenencia que, aunque de a poco se ha asentado en mi persona con los años, se hace hoy contundente: me siento estremecedoramente atado a un lugar llamado Chile, pero no a un Chile de límites ni de bandera, sino que de personas.
Haití nos mostró un horrible paisaje, luego de su catástrofe, con mucha gente desamparada, pero todo se transformó en números y horribles postales. Lo que ha pasado hace sólo un día, es distinto para mí (como lo debe ser inversamente para un Haitiano), cada cifra me duele y retumba como un martillo en el agua, cada imagen me sacude y desangra como un filo en la espalda, todo se vuelve inimaginablemente real.
Supongo que muchos de quienes nos sentimos afortunados por no tener mayores perdidas lo sentimos así, con un nudo de impotencia revisando nuestros pasos previos al desastre, rearmando nuestras decisiones, uniendo sucesos que normalmente, en nuestra apurada vida, parecieran no tener importancia y hoy cobran otro valor.
Lloro por dentro con una pena de kilómetros, pero nunca he dejado de depositar la confianza en “nosotros”, y no me refiero al ¡Vamos Chile! ¡Levántate Chile! y uno que otro slogan publicitario de patriotismo barato, sino que al verdadero “nosotros” que habita en el indigente y en el multimillonario, en el carabinero que golpea y en el carabinero que ayuda, en el ladrón de pobla y en el ladrón de cuello y corbata, en el sacerdote de chuzo y en el periodista farandulero, en todo lo malo y todo lo bueno que somos, ahí estamos “nosotros” y ahí está aún mi confianza. Hemos errado ya muchas veces en ordenar nuestras prioridades es, tal vez ahora, el momento de corregirlo ordenando Chile y ésto es tan fácil como volver a creer en “nosotros”, en nuestros vecinos que antes no saludábamos, en los carabineros a quienes a veces tiramos piedras, en los marginados que antes despreciamos, en los desconocidos que antes ignorábamos.
Chile, el verdadero Chile, en el fondo siempre ha sido solidario, siempre ha sido bueno y pongo las manos al fuego por muchas personas que como sociedad hemos ninguneado y desoído. Chile también somos los peruanos que han quedado sin casa, Chile también somos los reos que se escaparon, Chile también somos las prostitutas que han perdido hijos, Chile también somos los ladrones de supermercados, Chile también somos los payasos ya sin circo, Chile también somos los desaparecidos y los muertos.
Inventamos al “flaite”, un tipo marginal que no entendemos y del que hay que huir porque no sabe comportarse según mis normas, todos hemos visto a un flaite; pues les informo, que todos somos flaites, quienes caminan y silban por las calles y rezan en la iglesia, quienes gritan en la feria y quienes descansan en el Congreso, quienes salen en la tele y quienes duermen en la calle, quienes comen, tienen hijos, escupen y duermen. Chile es, de rey a paje, flaite.
Pero sepan también que los flaites son quienes, escondidos entre las líneas de la Historia, siempre han (hemos) construído y reconstruído Chile.
Entendamos que si hay delicuencia es también culpa de “nosotros”, que si la educación no es buena, es culpa de “nosotros”, que si inescrupulosos siguen estafando a Chile ante nuestros ojos, es culpa de “nosotros”. Esta catástrofe no fue culpa de “nosotros”, pero la manera en que reaccionemos será una buena medición y una gran oportunidad para redefinir el pronombre y nuestra verdadera identidad.
No saben cuanto quisiera abrazar a quienes realmente han sentido el golpe nefasto de la Tierra, aunque prefiero creer que si lo saben y que luego de leer esta carta abrazarán a quien esté cerca para sentir el verdadero dolor de ese golpe y consolar mágicamente unos segundos al Chile que sufre. Algunos luego ayudarán de manera directa, con sus energía o con dinero, otros no sabrán que hacer, tal vez nada concreto. Lo importante es que, de aquí en adelante (en la vida que nos queda), cada uno haga lo que sienta que debe hacer, cada uno de quienes logramos estar en pie aprendamos de nosotros mismos, y más que nunca quiero creer que volveremos a ser el Chile que nunca debimos haber olvidado, el Chile formado por personas que cuando hablamos de “nosotros” no nos referimos solamente a nuestra familia ni a nuestros amigos, sino que a la sociedad en conjunto con quienes habitamos diariamente y que desde hace poco, en lamentables condiciones, acabamos de conocer.
Es una exigente, pero apropiada oportunidad para Volver a ese Chile, a ese “nosotros” que olvidamos cuando nos vendieron un espejo que en realidad era una foto retocada.
Ánimo “Nosotros”.
Un chileno de pie.
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