Gonzalo Rojas: Todo ha de ser así como ha de ser

Texto escrito luego de su muerte el 25 de abril del 2011

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Ha muerto el poeta Gonzalo Rojas así como muere cualquier hombre. Hace rato ya que los poetas no son dioses, lo terrible es que ni siquiera son gente importante en estas tierras de hechos prácticos y verbos con dividendo. Los noticieros le dan como tarro al matrimonio de reyes lejanos y casi como una anécdota, como un chascarro, mencionan entre disculpas y bostezos la muerte de un poeta.
Chile ha entregado al planeta más buenos poetas que buenos presidentes, más buenos poetas que buenos militares, más buenos poetas que buenos sacerdotes, me atrevo a decir que si algo hace a Chile bello es la poesía, la poesía toda, la poesía que habita en los ferianos jugando a cambiarle los acentos a las palabras, en los campesinos llenando las semillas de silencio, en la oralidad de los analfabetos, en el timbre gastado del burócrata y en los viejos de caras rojas esperando a que abran las botillerías. La poesía está ahí donde no estamos apuntando, y por eso los poetas nos salvan de la obviedad al regalarnos la mirada desde el ángulo que nosotros no supimos o no quisimos ocupar.

Lamento mucho la muerte del poeta, aunque nunca lo conocí, pero leí algunos de sus libros y siento que me regaló mucho más que los príncipes de no sé donde.

Comparto por esta vía uno de sus poemas que hallé haciendo la fila de un banco, el poema paradójicamente estaba tan vivo y la gente alrededor tan seria, con esos silencios que separan, ningún como le va, ningún que ando contento. No aguanté las ganas de leerlo a viva voz, llenar ese lunes de versos, crear un recuerdo desde la nada. Los guardias me hicieron callar y yo insistí, me quisieron quitar el libro, pero el poema no los dejaba. Finalmente me echaron del banco y me quedé con el libro y el cheque sin cobrar. Ese lunes sin almorzar es mi pequeño, pero sensato homenaje a Gonzalo Rojas.

 

CONTRA LA MUERTE

Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio.

No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.

¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?

Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.

No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.

Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, pero no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.

Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.



 

PD: se puedes bajar gratuitamente en pdf dos buenos libros de Gonzalo Rojas en memoriachilena.cl ¿Qué se ama cuando se ama? y Requiem de la mariposa además de hurguetear en páginas dedicadas a su obra.

 

Escrito aparecido originalmente en El Pájaro Verde


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