– ¿Y qué tipo de película es?
– Un musical
– Ah no no no, es que no me gusta ver musicales
– ¿Por qué?
– Es que no entiendo por qué tienen que cantar y bailar.
“Es raro”, “Es incómodo”, “Es muy falso” son las usuales respuestas de esta conversación que ya tantas veces se ha repetido en mi vida. A mi me cuesta entender que a algunas personas les parece más “falso” que en una película alguien se ponga a cantar a que alguien se ponga a volar, detenga balas con la mano, esté hecho de dibujos, que haya cortes que facilitan el paso del tiempo, que haya una fotografía con un color predominante. De todos los trucos del cine que son aceptados fácilmente, que un personaje cante y baile se hace más incómodo para algunos.
Hoy vi La la land, un musical. He visto bastantes musicales en mi vida, amo los musicales con toda mi alma y hoy, mientras la película comenzaba, tomé conciencia de ese momento, ese momento cuando comienza el primer número musical, ese momento cuando los personajes se llenan de colores para bailar y cantar en la introducción de la película, en ese momento mi corazón se acelera y se alegra. No es sólo esta película, me pasa siempre ya sea en la introducción de Las Señoritas de Rochefort, o la de Un Americano en París, o de Moulin Rouge. Para mí el musical es eso, una emoción en su estado más puro que me arrastra fácilmente hasta quedar inmersa en ella.
Pero sé que en ese mismo momento que yo siento esa boba alegría, otra persona está pensando “puaj” y sintiéndose sumamente incómoda sin entender por qué bailan y cantan. Y es justamente a estas personas a quiénes va dedicado este artículo. Queride amigue que odias los musicales, no quiero pelear ni enjuiciarte por tu criterio, sino que quiero invitarte a, paso a paso, dejarte llevar, y pasar desde el odio al amor y del amor a la adoración por los musicales. Te invito a pasar por estos 10 niveles y créeme que tu vida cambiará para siempre.
Nivel 1, fácil aceptación. Cuando la música no la cantan los personajes.
Hay un tipo de musical que es aceptado por la mayoría de los espectadores y son una buena forma de partir. Corresponde a los musicales donde no son los personajes los que están cantando, sino que la música suena de fondo para dar cuenta de lo que ellos están sintiendo. The wall y otras películas donde participaron grandes bandas del rock, como en Quadrophenia o Melody, un ejemplo de éste tipo. De hecho es común en el cine de otros géneros, encontrar escenas donde se da este espacio para que sea una canción la que nos está contando parte de la historia, asimilándose al concepto de video musical. Aceptando este nivel podemos pasar al siguiente.
https://www.youtube.com/watch?v=J8fFVOoqepc
Comfortably Numb, suena de fondo en The Wall, de 1982, Allan Parker.
Nivel 2, fácil aceptación. Cuando quienes cantan son músicos
Aceptemos que a veces los personajes necesitan cantar para expresarse, esto es fácil de aceptar cuando estás viendo la historia de un músico. Cómo nos va a incomodar ver a Edith Piaf cantando Hymne A’ L’amour, o ver a Ray Charles cantando Mess Around, si es por eso que los amamos y queremos ver películas con sus historias. Incluso en versiones menos convencionales, como I’m not there, es imposible no disfrutar la escena si es de Bob Dylan. Creo que en este punto también puedes aceptar que sean músicos de ficción y disfrutar escenas como las de Once (y toda la obra de John Carney) , Inside Llewyn Davis, Frank, entre otras.
The ballad of a thin man, en la Biopic de Bob Dylan “I’m not there”, de 2007, Todd Haynes
Nivel 3, aceptación medio fácil. Películas animadas musicales.
Aceptar este nivel, en nuestra odisea por alcanzar el amor a los musicales, es simplemente aceptar la infancia. Porque pese al odio que hoy sientes por los musicales en algún momento de tu niñez disfrutaste que personajes de películas animadas cantaran en algunas escenas, sin importar si tu infancia fue en la gloriosa época de “El libro de la Selva” o de “El rey león“, o quizás más adelante serás un adulto que odia los musicales pero igual vacilaste con las canciones de “Frozen” (Nota: puedes repasar grandes canciones de Disney en este ranking). Y pese a que alguna vez Shrek quiso burlarse de esto, en el fondo de tu corazón hay algo de amor por estos melódicos momentos, por eso el nivel 3 es simplemente, aceptar el musical como parte importante del cine infantil.
https://www.youtube.com/watch?v=tTUZswZHsWQ
Introducción musical de La Bella y la Bestia de Disney , de 1991, G. Trousdale y A. Menken.
Nivel 4, aceptación media. La ópera rock.
Ok, quizás las películas tipo Disney no son lo tuyo, pero no te arranques aún por favor, dame otra oportunidad. Déjame apelar a tu actitud de rockerillo y recordarte un tipo de musical que está hecho para ti: La ópera rock. Si si, aparecen personajes que cantan y bailan, pero la música es perfecta para ti o no? Dime que no te gusta cantar “Getsemaní” intentando pegar esos gritos al cielo mientras tocas guitarra al aire. Hay mucho por este lado para ti: Tommy, la super hippie obra Hair y si buscas algo más nuevo Hedwig and the angry Inch. Creo que podemos seguir avanzando un poco más, no?
Getsemani, interpretada por Ted Neeley, en Jesus Christ Superstar, de 1973, Norman Jewison.
Nivel 5, aceptación media. La sátira del musical.
¿Crees que solo hasta este nivel llegarás? Que no te molesta que los personajes canten canciones de rock mientras no se pongan a “hacer el ridículo” cantando y bailando? Bueno, entonces aceptemos el ridículo y veamos algunos musicales que se mofan de esto, porque hay muchos que usan el recurso del musical justamente para eso, para ridiculizar una situación: South Park, ejemplos varios de Monthy Python o Everyone says I love you, The muppets o películas de culto como The Rocky Horror Picture Show o The blues brothers son casos que estamos dispuestos a aceptar el canto y baile, porque entramos en su juego. Incluso en este punto podemos ver la cruel parodia que es Dancer in the Dark, y sufrir con cada escena musical.
Every Sperm is Sacred, número músical de “The meaning of life” de Monthy Python , de 1983
Nivel 6, aceptación medio difícil. El músical en contexto de espectáculo.
Ya vamos en la mitad del camino, y has disfrutado una gran cantidad de excelentes números musicales de la historia del cine. ¿Pero aún no estás dispuesto a aceptar que alguien cante y baile en un contexto que te parece raro? Bueno, avancemos un poquitín más y aceptemos a aquellos que cantan y bailan en un contexto en que es normal cantar y bailar, pues hay montones de musicales ambientados en el mundo del espectáculo, donde el baile se da en un escenario: Cabaret, All that Jazz, Victor Victoria, Gentleman prefers blondes, incluso Moulin Rouge sucede mayoritariamente en espacios donde no es extraño que los personajes canten.
Liza Minelli y Joel Grey cantan “Money” en la película “Cabaret”, de 1972, Bob Fosse.
Nivel 7, aceptación difícil. El músical clásico.
Ok, llegó el momento del gran salto, pero estoy segura que después de pasar por los 6 niveles anteriores ya estás listo para esto, aún no lo sabes porque no las has visto, pero da el paso y ponte a ver musicales clásicos. Si, aquellos donde la gente interrumpe su estado “normal” para cantar y bailar. Puedes ir de a poco y partir con películas que no son musicales y tienen un número musical en algún punto. Y luego liberate de todo prejuicio y entrégate a disfrutar de maravillas como: Cantando bajo la lluvia, Mary Poppins, Las señoritas de Rochefort, West Side Story, Un americano en Paris, Grease, Hairspray, Oliver!, El violinista en el tejado, The sound of music, y por supuesto la ya mencionada La La Land que cae perfectamente en esta categoría.
Canción “Good Morning” del musical “Cantando bajo la lluvia” , de 1952, G. Kelly y S. Donen.
Nivel 8, aceptación difícil. Musical en blanco y negro.
Debe haber pasado mucho tiempo desde que entraste al nivel anterior, pues son muchas las películas que puedes ver en ese punto, y creo que tu amor por los musicales a esta altura es tal que ya puedes aventurarte por algo más. ¿Qué puede ser más extraño que ver una escena donde se baila y se canta? Ver una escena de una película definitivamente boba donde se baila y canta en blanco y negro, de una época en la que aún no se definía muy bien qué hacer con este juguete nuevo que era el sonido. Básicamente todos los musicales de los años 30 se tratan de lo mismo: la historia de productores, actores y cantantes del mundo musical teatral de Broadway llevada al Cine, con alguna historia de amor como eje central, usualmente protagonizada por Fred Astaire y Ginger Rogers. Si, lo admito, no estamos hablando de trascendentales trabajos cinematográficos, pero aquellos bailes son tan geniales que las aceptamos con cariño.
Fred Astaire y Ginger Rogers cantan y bailan “Let’s call the whole thing off” en la película “Shall we dance”, de 1937, Mark Sandrich
Nivel 9, aceptación difícil. El musical parafernálico
Amiga, amigo, ya estamos en esto juntos. ¿Podemos seguir avanzando? Oh si. A esta altura el amor, adoración y adicción por los musicales nos hace ir por más y entonces nos ponemos parafernálicos, buscando no sólo que uno o dos personajes bailen y canten, sino que sean cientos de personas, llenas de colores y trajes extraños las que sean parte del show. Desde obras de Basby Berkeley, locuras como Hellzapoppin, clásicos como Hello Dolly y las obras creadas en el prolífico Bollywood (Lagaan, 3 Idiots, entre cientos de ejemplos). No son fáciles de ver, pero una vez que entraste en este mundo ya no hay salida y de pronto te ves con una sonrisa de oreja a oreja disfrutando de estas escenas aunque la trama no tenga pies ni cabezas y no logras entender como cabe en un escenario de 10 x 10 un bosque, una piscina y una cascada humana.
Número musical en la película “Footlight Parade”, de 1933, Busby Berkeley
Nivel 10, aceptación muy difícil. Los paraguas de Cherburgo.
Esta es la graduación, en este punto tu vida es otra y esperas con ansias el momento en que una lejana melodía se acerca a ti mientras vas por la calle y los vendedores y transeúntes que te rodean comienzan a danzar mientras cantas sobre aquello excepcional que te sucedió. En este punto la adicción solo te puede llevar a un punto, aquel donde ya no es una escena musical, sino una película que está completamente cantada, hasta en los diálogos más cotidianos, y sólo hay una película capaz de satisfacer ese deseo acompañada de calidad: Los paraguas de Cherburgo. Y que bien que lo hace porque no estamos hablando de una película boba, ni sátira, ni nada que nos permita aceptar lo extraño que es presenciar personajes que no paran de cantar ni por un segundo, pero lo aceptamos porque es una tremenda película con una extremadamente realista historia de amor.
Los Paraguas de Cherburgo, de 1964, Jacques Demy